Adam Kadmon | אדם קדמון
Adam Kadmon, el Hombre Primordial, es un enigma cautivador dentro de la doctrina mística de la Kabbalah, simbolizando la voluntad suprema y divina de Di-s y Su meticuloso plan para la emanación de los mundos. En la insondable profundidad de este concepto, Adam Kadmon no es meramente una figura humana. Más bien, es una representación alegórica de la primera manifestación consciente y deliberada de la Divinidad, emergiendo majestuoso desde el vasto océano de potencialidad divina, un océano sin principio ni fin.
La primera etapa en la manifestación de Adam Kadmon es la materialización de la voluntad específica de Di-s y Su propósito meticuloso de emanar los mundos. En este contexto, los mundos se refieren a los dominios o grados de realidad que se despliegan en el vasto tapiz de la creación, cada uno siendo un reflejo del aspecto divino y una representación vívida del plan divino. Esta es la concepción inicial de la creación, el surgimiento de un orden intrincado y perfectamente equilibrado a partir del caos potencial, una estructura del ser que se convertirá en el universo y todo lo que contiene.
Este diseño y plan divino no son eventos que ocurrieron en el tiempo tal como lo entendemos, sino más bien un estado eterno que reside en el reino intemporal de la divinidad. Es el arquetipo divino que dicta la forma y estructura de toda existencia, un patrón tanto inmutable como dinámico, que abarca la totalidad del tiempo y el espacio, siempre en un estado de evolución, siempre manifestándose y reconfigurándose en infinitas formas y variaciones.
La segunda etapa de la manifestación de Adam Kadmon involucra las luces que emanan de los oídos, la nariz y la boca de Adam Kadmon. Estas luces son las energías divinas o emanaciones que surgen de Adam Kadmon, cada una con un significado único y una función específica en el proceso de creación.
Las luces de los oídos simbolizan la capacidad divina de escuchar, de percibir y responder a las necesidades y deseos de todas las criaturas. Representan la receptividad de la divinidad, su capacidad de absorber, integrar y responder a todas las formas de expresión y comunicación en la creación.
Las luces de la nariz simbolizan el aliento de la divinidad, la fuerza vital que anima toda existencia. Son las energías que fluyen y se mueven a través de la creación, dando vida y vitalidad a todas las cosas.
Las luces de la boca simbolizan la capacidad de la divinidad para hablar, para pronunciar las palabras y sonidos que dan forma y estructura a la realidad. Son las vibraciones divinas que impregnan la existencia, las palabras de poder que forman y moldean la materia, la energía, el tiempo y el espacio.
Cada una de estas luces juega un papel vital en la manifestación de la realidad, cada una tiene una parte esencial en la danza eterna y sin fin de la creación. Y todas fluyen desde Adam Kadmon, el Hombre Primordial, la primera manifestación de la divinidad, la primera luz que rompe el silencio de lo Infinito para dar forma a la creación.
Adam Kadmon es la luz divina pura que no posee vasijas, pero su expansión en el vacío está limitada tanto por el poder de Reshimó, el eco residual del estado previo a la contracción, como por un poder limitante inherente en su propia luz, el potencial de la luz para crear vasijas.
El nombre Adam Kadmon alude a su naturaleza paradójica de ser, por un lado, un ser creado, Adam, mientras que, por otro, una manifestación de la divinidad primordial, Kadmon. Por esta razón, Adam Kadmon es a menudo visto como el representante del alma arquetípica del Mashiaj, la yejidá general de todas las almas de Israel, la corona suprema de toda la Creación de Di-s, el intermediario divino que revela la Infinidad primordial a la realidad creada.
Por lo tanto, Adam Kadmon, en todo su simbolismo enigmático y profundo, representa el principio y el fin, la potencialidad y la manifestación, el misterio y la revelación. Es la voluntad divina personificada, el plano cósmico de la creación y la fuente de toda la luz que da vida y forma al universo.
La fisionomía de Adam Kadmon está lejos de ser un mero capricho estético o una concesión al antropomorfismo divino. En su aspecto humano, las partes de su rostro representan diferentes aspectos de percepción, discernimiento y expresión. Es a través de estos órganos - los oídos, la nariz y la boca - de los cuales emergen luces o vapores, cuya naturaleza es tan intensamente espiritual que su mera presencia transforma y eleva la realidad a su alrededor.
En su estado inicial, las luces que emanan de los oídos y la nariz son tan sublimes y etéreas que no pueden materializarse en una vasija. Sin embargo, esta inmaterialidad no disminuye su importancia; al contrario, cada una de estas luces juega un papel crucial en el proceso de preparación para la creación de la primera vasija, que será moldeada por la luz que emana de la boca de Adam Kadmon.
Cada una de estas luces desciende a diferentes partes del cuerpo de Adam Kadmon, representando un aspecto o etapa en el proceso de emisión de luz. Las luces de los oídos, que son la primera etapa de este proceso, descienden al mentón de Adam Kadmon. Las luces de la nariz, simbolizando una etapa intermedia de este proceso, descienden al pecho. Finalmente, las luces de la boca, la culminación de este proceso, descienden al ombligo.
Sin embargo, estas luces no solo juegan un papel crucial en la estructura cósmica, sino que también tienen un significado profundo en relación con la naturaleza de las almas humanas. Según la tradición cabalística, las almas del pueblo de Israel se agrupan en tres tipos, de acuerdo a su talento o don principal.
Las almas cuyo talento esencial es la comprensión o escucha de la Divinidad están representadas por las luces de los oídos. Son almas que buscan sabiduría y verdad, sintonizadas con las sutilezas de lo divino, y cuyo propósito es comprender y percibir los misterios más profundos de la existencia.
Las almas cuyo talento principal es servir a Di-s a través de la oración fervorosa están simbolizadas por las luces de la nariz. Son almas apasionadas, llenas de celo y devoción, que buscan a Di-s a través de la emoción y el compromiso, sirviéndole desde lo más profundo de sus corazones.
Finalmente, las almas cuyo talento principal es enseñar las palabras de la Torá a otros están representadas por las luces de la boca. Están destinadas a ser guías espirituales, cuya vocación es compartir la sabiduría de la Torá y ayudar a otros en su camino hacia la divinidad.
En este marco, cada luz, cada vapor emanado de Adam Kadmon, juega un papel crucial, representando diferentes caminos hacia la divinidad y correspondiendo a diferentes vocaciones espirituales. Así, la percepción, el discernimiento y la expresión se convierten en avenidas a través de las cuales lo divino se manifiesta en el mundo, cada una con su papel y propósito único, entretejida en el magnífico tapiz de la existencia.
Además, Adam Kadmon es la fuente de las luces u Orot de Ozen, Chotem, Peh, que son las cinco facetas distintas de luz que emanan de los ojos, oídos, nariz, boca y frente de Adam Kadmon. Estas luces representan las diversas formas en que la divinidad se manifiesta y se expresa en el mundo. Cada luz simboliza una forma única de percepción y comprensión divina, proporcionando un camino para la revelación divina en el mundo.
En este punto, es crucial entender que la creación es un proceso dinámico, no estático. No es un acto singular sino una serie de eventos y transformaciones que se desarrollan a lo largo del tiempo. Este cambio en el proceso de creación se refleja en la aparición de los tres mundos de luces y vasijas, resultantes de la interacción de las luces que emanan de Adam Kadmon.
Akudim, Nekudim y Berudim son tres mundos o estados de ser que emergen de la energía radiante que fluye de Adam Kadmon, el Hombre Primordial. Estos mundos, compuestos de luces y vasijas, representan diferentes etapas en el desarrollo de las 10 sefirot o Atributos Divinos. Cada uno de estos mundos refleja una fase en la evolución de la creación, desde la unidad inicial hasta la diversidad y, finalmente, la interconexión y la armonía.
Cada etapa ofrece una visión única del proceso de creación y de cómo lo Divino se manifiesta en el mundo, desde la unidad total de Akudim, pasando por la diversidad de Nekudim, hasta la unión respetuosa de Berudim. Este ciclo es también una metáfora de la tarea humana de equilibrar unidad y diversidad, totalidad e individualidad, para descubrir el propósito de nuestra existencia.
Olam HaAkudim, la Unión, simboliza un estado de cohesión absoluta entre las luces, representantes de la divinidad, y las vasijas, nuestra capacidad para asimilar tal divinidad. Sin embargo, esta armonía total carece de diversidad y singularidad.
El primero de estos mundos, Akudim, que se traduce como El Mundo de los Anillos, es un reino donde convergen 10 luces dentro de una sola vasija. Este mundo representa una sensación de estabilidad en medio del caos, como si todas las posibilidades de creación estuvieran contenidas en un solo punto, listas para ser liberadas.
Olam HaAkudim, la fase inicial de la evolución espiritual en la Qabalá, es la creación del Mundo de la Unión a partir del aliento divino de la fuente primordial. Se genera una sola vasija que contiene las diez sefirot o luces, creando una armonía perfecta. Esta fase es semejante a la infancia humana, donde a pesar de la diversidad emocional y cognitiva, la capacidad de expresión es limitada.
Las luces en Olam HaAkudim exhiben una dinámica única, alcanzando y no alcanzando la vasija en un flujo cíclico constante, similar a la lucha humana por equilibrar lo interno con lo externo. De igual manera, las personas buscan la forma más genuina de expresar sus verdades internas dentro de las limitaciones de sus habilidades de comunicación.
Aquí, las diez Sefirot, esas diez manifestaciones o cualidades de la divinidad, se amalgaman en una sola vasija, un solo contenedor de divinidad, hasta el punto en que sus identidades individuales son irreconocibles. No son diez entidades separadas, sino que se unen y fusionan en una sola entidad, dando lugar a una singularidad que trasciende la individualidad.
Este mundo corresponde a Shem AB, una de las representaciones más sagradas de la Divinidad. Este Shem AB es la forma expandida del nombre HaVaYaH, escrito con Yodim, refiriéndose a la Sefirah de Jojmá. Esta Sefirah, uno de los pilares fundamentales de la estructura del universo, está asociada con la Fuerza de Qué o Koaj Mah, es decir, la fuerza de la pregunta, manifestada en la forma de anulación absoluta. Por lo tanto, la posición de las Sefirot en el Mundo de los Anillos refleja este estado de anulación total, en el cual todas están unidas en una sola vasija.
Se habla de las diferentes fuerzas contenidas en el alma, fuerzas que en otros contextos podrían parecer contradictorias entre sí. Sin embargo, cuando estas fuerzas están contenidas dentro del alma, no se contradicen sino que coexisten armoniosamente. Esta reconciliación de contradicciones se debe a la esencia y fuerza de la revelación del alma, que une todas estas fuerzas dispares en un todo único y armonioso.
A pesar de esta concepción de unidad y anulación, no representa una unidad simple o monolítica. Aunque las diez Sefirot están unidas, y aunque sus identidades individuales parezcan desvanecerse en la vasija unificada, aún conservan su singularidad inherente. Son diez Sefirot, diez energías o eminencias divinas, incluso en su unidad. Es una paradoja aparente, pero una que captura la complejidad y profundidad del Mundo de los Anillos y, en última instancia, el misterio insondable de la divinidad.
El Mundo de la Unión enfatiza la coexistencia armoniosa y la unidad a pesar de la singularidad de cada luz. Este principio refleja que, a pesar de nuestras individualidades, todos somos parte de un todo mayor, integrando nuestras particularidades en una colectividad humana. Es un recordatorio de nuestra unidad inherente dentro de la compleja belleza de la individualidad y la unidad.
Olam HaNekudim, los Puntos, introduce la diversidad y singularidad al separar las luces y las vasijas en entidades individuales, pero también trae conflicto y desunión. Aquí, las 10 luces radiantes están aisladas dentro de 10 vasijas separadas, creando un ambiente de inestabilidad dentro del ámbito caótico. En este mundo, cada luz, cada aspecto de la divinidad, se manifiesta individualmente, creando una diversidad de expresiones divinas.
Aquí, la luz de Adam Kadmon se canaliza para formar diez vasijas individuales e inmaduras, vistas como puntos, destinadas a contener las diez luces. Paralelamente a la naturaleza humana, este estado es como un joven en desarrollo.
A diferencia de Akudim, donde las luces fluyen libremente, en Nekudim, las luces se ven forzadas dentro de cada vasija inmadura, causando una ruptura, comparable a un colapso psicológico. Esta fractura espiritual se asemeja a la muerte, con las luces regresando a su fuente y las vasijas rotas cayendo a los reinos inferiores de la realidad. Sin embargo, chispas de vida permanecen en las vasijas, indicando una futura resurrección.
Nekudim también es conocido como Olam HaTohu, el mundo del caos, en comparación con el caos estable de Akudim. Las luces de Nekudim son la raíz de las almas de Israel destinadas a ser mensajeras de Dios. La ruptura de las vasijas simboliza el fracaso de estos emisarios para reconocer a Dios como el único soberano.
Olam HaTohu se traduce como El Mundo del Caos. Este concepto, cargado de ricas y profundas connotaciones, evoca la imagen de una etapa primordial de existencia, un punto en el tiempo antes de cualquier estructura ordenada, un estado en el cual las poderosas fuerzas del cosmos aún no se habían organizado en un sistema coherente y comprensible. Es un tiempo de energía sin contención, de potencial sin restricciones, un mar de posibilidades aún no realizadas.
El Mundo del Caos es un término clave en la cosmología cabalística, que hace referencia a la fase inicial de la creación, un período que precede al Mundo de la Rectificación o Olam HaTikun (también conocido como Olam HaBerudim). En la cosmogonía cabalística, la creación no es un acto singular y definitivo, sino un proceso dinámico y continuo. Es una serie de transiciones y transformaciones que ocurren en un orden y secuencia específicos, y el Mundo del Caos marca el comienzo de este fascinante viaje evolutivo.
En el seno de Olam HaTohu, las Sefirot fueron creadas con una gran abundancia de luces (orot), y por lo tanto cada una de ellas es inmensamente poderosa. Sin embargo, no tienen vasijas que puedan contener tal abundancia de luz y, en consecuencia, explotan. Esta explosión produce un descenso de la luz y una limitación de su intensidad. En esta etapa, el aspecto rectificado de la luz se separa de su aspecto posterior. Es en este momento que el elemento de mal o Sitra Ajra se origina por primera vez, y se establecen las kelipot (cáscaras). Las kelipot son una estructura ficticia de la realidad que oculta y distorsiona la luz de su fuente divina, causando así el mal y la desunión en el mundo.
Sin embargo, el Mundo del Caos no es solo una etapa desordenada y caótica en la evolución espiritual. Es un mundo que contiene un potencial increíble, un vasto océano de posibilidades. En su aparente caos, hay una energía primordial y pura, una fuerza indomable que es el germen de todas las formas y estructuras que vendrán después. Es el terreno donde se plantan y germinan las semillas de la creación, listas para crecer y florecer en el próximo capítulo de la historia cósmica.
El Mundo del Caos es una metáfora del estado primordial del ser, la raíz del ser, donde todas las potencialidades existen antes de tomar forma en el mundo material. Es una representación de la fuente de creatividad y cambio, el vientre donde las posibilidades infinitas que formarán el tapiz de la creación se gestan. Aquí, en este mundo de caos, todo es posible, todo es potencial, pero aún no está articulado ni organizado. Es una etapa de posibilidades ilimitadas, pero también de incertidumbre y falta de forma.
En este mundo primordial, las luces y las vasijas están en un estado de profunda interconexión y armonía, donde la luz fluye libremente y se recibe con total apertura y receptividad. No hay separación, ni lucha o conflicto entre las luces y las vasijas, solo unión perfecta y armoniosa. Las luces se despliegan, y las vasijas reciben sin ningún obstáculo a la expresión de la divinidad.
Sin embargo, esta unión perfecta y armoniosa también implica una limitación en el proceso de crecimiento y evolución. La combinación íntima de luces y vasijas en el Mundo del Caos no permite que las luces desarrollen completamente todas sus potencialidades, ya que están contenidas y restringidas por las vasijas. No hay espacio para la expansión y la diversidad, ya que todo está unificado en un solo punto.
Esta limitación en la expresión de la divinidad es la semilla del conflicto y la ruptura que veremos en las siguientes etapas de la creación. La simetría perfecta y la armonía del Mundo del Caos se desgarran en la búsqueda de una mayor individualidad y expresión, dando lugar al surgimiento del Mundo de los Puntos, el siguiente paso en la evolución espiritual.
Olam HaBerudim, los Conectores, representa el proceso de corrección y rectificación, donde las luces y las vasijas se conectan y equilibran en una unidad armoniosa. En este mundo, las luces y las vasijas se disponen en una formación esférica, cada luz conectada con su vasija respectiva pero también conectada con las demás. Este arreglo ordenado simboliza la restauración de la armonía y la unidad, a través de la cual la divinidad puede fluir libremente hacia las vasijas y hacia la creación.
El Mundo de los Conectores representa la fase final del proceso de creación, y su propósito es restaurar la unidad y la armonía perdidas en el Mundo de los Puntos. Para lograr esto, las Sefirot deben corregirse y conectarse entre sí para que la luz fluya de una Sefirá a otra, pasando por las vasijas y dando lugar a una conexión armoniosa entre ellas.
Es en esta etapa cuando las Sefirot pueden recibir la luz de sus vecinas, aquellas que tienen un grado más alto de luz. Esto resulta en una mejora en el sentido de ser y realización propia, llevando al amor verdadero debido a la disminución de los atributos personales y al enfoque en las necesidades del otro.
El Mundo de los Conectores marca la culminación de la evolución espiritual, el punto en el que la unidad y la diversidad se reconcilian y equilibran en una danza armoniosa. Es una fase de rectificación y armonización, donde las luces y las vasijas se conectan y combinan en una estructura ordenada y coherente, permitiendo que la divinidad fluya libremente y se manifieste plenamente en la creación.
El proceso de corrección y rectificación no se detiene en el Mundo de los Conectores. La creación es un viaje constante de desarrollo y crecimiento, y la armonía lograda en este mundo es solo el comienzo de un viaje continuo hacia niveles más altos de unidad y perfección.
Adam Kadmon, the Primordial Man, is a striking and captivating enigma within the mystical doctrine of Kabbalah, symbolizing the supreme and divine will of G'd and His meticulous plan for the emanation of the worlds. In the unfathomable depth of this concept, Adam Kadmon is not merely a human figure. Instead, it is an allegorical representation of the first conscious and deliberate manifestation of Divinity, towering majestically from the vast ocean of divine potentiality, an ocean without beginning or end.
The first stage in the manifestation of Adam Kadmon is the materialization of G'd's specific will and His meticulous purpose to emanate the worlds. In this instance, the worlds refer to the domains or degrees of reality that unfold in the immense tapestry of creation, each of them being a reflection of the divine aspect and a vivid representation of the divine plan. This is the initial conception of creation, the emergence of an intricate and perfectly balanced order from potential chaos, a structure of being that will become the universe and everything it contains.
This divine design and plan are not events that took place in time as we understand it, but rather an eternal state that resides in the timeless realm of divinity. It is the divine archetype that dictates the form and structure of all existence, a pattern that is both immutable and dynamic, encompassing the entirety of time and space, yet always in a state of evolution, always manifesting and reconfiguring in infinite forms and variations.
The second stage of the manifestation of Adam Kadmon involves the lights that emanate from the ears, nose, and mouth of Adam Kadmon. These lights are the divine energies or emanations that arise from Adam Kadmon, each with a unique meaning and a specific function in the process of creation.
The lights of the ears symbolize the divine ability to listen, to perceive, and respond to the needs and desires of all creatures. They represent the receptivity of divinity, its ability to absorb, integrate, and respond to all forms of expression and communication in creation.
The lights of the nose symbolize the breath of divinity, the life force that animates all existence. They are the energies that flow and move through creation, giving life and vitality to all things.
The lights of the mouth symbolize the divinity's capacity to speak, to utter the words and sounds that shape and structure reality. They are the divine vibrations that permeate existence, the words of power that form and mold matter, energy, time, and space.
Each of these lights plays a vital role in the manifestation of reality, each has an essential part in the ceaseless and eternal dance of creation. And all of them flow from Adam Kadmon, the Primordial Man, the initial manifestation of divinity, the first light that breaks the silence of the Infinite to give shape to creation.
Adam Kadmon is the pure divine light that does not possess vessels, but its expansion within the void is limited both by the power of Reshimó, the residual echo of the state prior to contraction, and by a limiting power inherent in its own light, the potential of light to create vessels.
The name Adam Kadmon alludes to its paradoxical nature of being, on one hand, a created being, Adam, while on the other hand, a manifestation of primordial divinity, Kadmon. For this reason, Adam Kadmon is often seen as the representative of the archetypal soul of Mashiach, the general yechida of all the souls of Israel, the ultimate crown of all G'd's Creation, the divine intermediary that reveals primordial Infinity to the created reality.
Therefore, Adam Kadmon, in all its enigmatic and profound symbolism, represents the beginning and the end, potentiality and manifestation, mystery and revelation. It is the personified divine will, the cosmic blueprint of creation, and the source of all the light that gives life and form to the universe.
The physiognomy of Adam Kadmon is far from being a mere aesthetic whim or a concession to divine anthropomorphism. In its human aspect, the parts of its face represent different aspects of perception, discernment, and expression. It is through these organs - the ears, nose, and mouth - from which lights or vapors emerge, whose nature is so intensely spiritual that their mere presence transforms and elevates the reality around them.
In its initial state, the lights that emanate from the ears and nose are so sublime and ethereal that they cannot materialize into a vessel. Nevertheless, this immateriality does not diminish their importance; on the contrary, each of these lights plays a crucial role in the process of preparation for the creation of the first vessel, which will be shaped by the light emanating from the mouth of Adam Kadmon.
Each of these lights descends to different parts of the body of Adam Kadmon, each representing an aspect or stage in the process of light emission. The lights of the ears, which are the first stage of this process, descend to Adam Kadmon's chin. The lights of the nose, symbolizing an intermediate stage of this process, descend to the chest. Finally, the lights of the mouth, the culmination of this process, descend to the navel.
However, these lights not only play a crucial role in the cosmic structure but also have profound significance in relation to the nature of human souls. According to Kabbalistic tradition, the souls of the people of Israel can be grouped into three types, according to their primary talent or gift.
The souls whose essential talent is the understanding or hearing of Divinity are represented by the lights of the ears. They are souls that seek wisdom and truth, tuned into the subtleties of the divine, and whose purpose is to understand and perceive the deepest mysteries of existence.
The souls whose main talent is serving G'd through fervent prayer are symbolized by the lights of the nose. They are passionate souls, full of zeal and devotion, seeking G'd through emotion and commitment, serving Him from the depths of their hearts.
Finally, the souls whose main talent is teaching the words of the Torah to others are represented by the lights of the mouth. They are destined to be spiritual guides, whose vocation is to share the wisdom of the Torah and help others on their path to divinity.
In this framework, each light, each vapor emanating from Adam Kadmon, plays a crucial role, representing different paths to divinity and corresponding to different spiritual vocations. Thus, perception, discernment, and expression become avenues through which the divine manifests in the world, each with its unique role and purpose, woven into the magnificent tapestry of existence.
Moreover, Adam Kadmon is the source of the lights or Orot of Ozen, Chotem, Peh, which are the five distinct facets of light that emanate from the eyes, ears, nose, mouth, and forehead of Adam Kadmon. These lights represent the various ways in which divinity manifests and expresses itself in the world. Each light symbolizes a unique form of divine perception and understanding, providing a path for divine revelation in the world.
At this point, it is crucial to understand that creation is a dynamic, not static process. It is not a singular act but a series of events and transformations that unfold over time. This change in the process of creation is reflected in the appearance of the three worlds of lights and vessels, resulting from the interaction of the lights emanating from Adam Kadmon.
Akudim, Nekudim, and Berudim are three worlds or states of being that emerge from the radiant energy flowing from Adam Kadmon, the Primordial Man. These worlds, composed of lights and vessels, represent different stages in the development of the 10 sefirot or Divine Attributes. Each of these worlds reflects a phase in the evolution of creation, from the initial unity to diversity and finally to interconnection and harmony.
Each stage provides a unique insight into the process of creation and how the Divine manifests in the world, from the total unity of Akudim, through the diversity of Nekudim, to the respectful union of Berudim. This cycle is also a metaphor for the human task of balancing unity and diversity, wholeness and individuality, to discover the purpose of our existence.
Olam HaAkudim, the Union, symbolizes a state of absolute cohesion between the lights, representatives of divinity, and the vessels, our capacity to assimilate such divinity. However, this total harmony lacks diversity and singularity.
The first of these worlds, Akudim, which translates as The World of Rings, is a realm where 10 lights converge within a single vessel. This world represents a sense of stability amidst chaos, as if all possibilities of creation were contained in a single point, ready to be released.
Olam HaAkudim, the initial phase of spiritual evolution in Qabalah, is the creation of the World of Union from the divine breath of the primordial source. A single vessel containing the ten sefirot or lights is generated, creating perfect harmony. This phase is akin to human infancy, where despite emotional and cognitive diversity, the capacity for expression is limited.
The lights in Olam HaAkudim exhibit a unique dynamic, reaching and not reaching the vessel in a constant cyclical flow, similar to the human struggle to balance the internal with the external. Likewise, people seek the most genuine way to express their inner truths within the limitations of their communication skills.
Here, the ten Sefirot, those ten manifestations or qualities of divinity, amalgamate into a single vessel, a single container of divinity, to the point where their individual identities are unrecognizable. They are not ten separate entities but are joined and fused into a single entity, giving rise to a singularity that transcends individuality.
This world corresponds to Shem AB, one of the holiest representations of Divinity. This Shem AB is the expanded form of the name HaVaYaH spelled with Yodim, referring to the Sefirah of Chochmah. This Sefirah, one of the fundamental pillars of the structure of the universe, is associated with the Force of What or Koach Mah, that is, the force of the question, manifested in the form of absolute nullification. Therefore, the position of the Sefirot in the World of Rings reflects this state of total annulment, in which they are all united in a single vessel.
It speaks of the different forces contained in the soul, forces that in other contexts might seem contradictory to each other. However, when these forces are enclosed within the soul, they do not contradict but coexist harmoniously. This reconciliation of contradictions is due to the essence and force of the revelation of the soul, which unites all these disparate forces into a single and harmonious whole.
Despite this conception of unity and annulment, it does not represent a simple or monolithic unity. Although the ten Sefirot are united, and although their individual identities may seem to fade into the unified vessel, they still retain their inherent singularity. They are ten Sefirot, ten energies or divine eminences, even in their unity. It is an apparent paradox, but one that captures the complexity and profundity of the World of Rings and, ultimately, the unfathomable mystery of divinity.
The World of Union emphasizes harmonious coexistence and unity despite the singularity of each light. This principle reflects that, despite our individualities, we are all part of a greater whole, integrating our particularities into a human collectivity. It is a reminder of our inherent unity within the complex beauty of individuality and unity.
Olam HaNekudim, the Points, introduces diversity and singularity by separating the lights and the vessels into individual entities, but it also brings conflict and disunity. Here, the 10 radiant lights are isolated within 10 separate vessels, creating an environment of instability within the chaotic realm. In this world, each light, each aspect of divinity, manifests individually, creating a diversity of divine expressions.
Here, Adam Kadmon's light is channeled to form ten individual, immature vessels, seen as points, destined to contain the ten lights. Parallel to human nature, this state is like a developing youth.
In contrast to Akudim, where the lights flow freely, in Nekudim, the lights are forced into each immature vessel, causing a rupture, comparable to a psychological collapse. This spiritual fracture resembles death, with the lights returning to their source and the broken vessels falling to the lower realms of reality. However, sparks of life remain in the vessels, indicating a future resurrection.
Nekudim is also known as Olam HaTohu, the world of chaos, compared to the stable chaos of Akudim. The lights of Nekudim are the root of the souls of Israel destined to be messengers of G'd. The breaking of the vessels symbolizes the failure of these emissaries to recognize G'd as the sole ruler.
Olam HaTohu translates as The World of Chaos. This concept, loaded with rich and profound connotations, evokes the image of a primordial stage of existence, a point in time before any ordered structure, a state in which the potent forces of the cosmos had not yet organized into a coherent and comprehensible system. It is a time of energy without containment, of potential without restrictions, a sea of possibilities not yet realized.
The World of Chaos is a key term in Qabalistic cosmology, referencing the initial phase of creation, a period that precedes the World of Rectification or Olam HaTikun (also known as Olam haBerudim). In Qabalistic cosmogony, creation is not a singular and definitive act but a dynamic and continuous process. It is a series of transitions and transformations that occur in a specific order and sequence, and the World of Chaos marks the beginning of this fascinating evolutionary journey.
In the bosom of the Olam haTohu, the Sefirot were created with a great abundance of lights (orot), and therefore each of them is immensely powerful. However, they do not have vessels that can contain such an abundance of light, and consequently, they explode. This explosion produces a descent of light and a limitation of its intensity. At this stage, the rectified aspect of the light separates from its back aspect. It is at this moment that the element of evil or Sitra Achra originates for the first time, and the kelipot (shells) are established. The kelipot are a fictional structure of reality that conceals and distorts the light from its divine source, thus causing evil and disunity in the world.
However, the World of Chaos is not just a disorderly and chaotic stage in spiritual evolution. It is a world that holds incredible potential, a vast ocean of possibilities. In its apparent chaos, there is a primordial and pure energy, an indomitable force that is the germ of all the forms and structures that will come afterward. It is the breeding ground in which the seeds of creation are planted and germinate, ready to grow and flourish in the next chapter of cosmic history.
The World of Chaos is a metaphor for the primordial state of being, the root of being, where all potentialities exist before taking form in the material world. It is a representation of the source of creativity and change, the womb where the infinite possibilities that will form the tapestry of creation gestate. Here, in this world of chaos, everything is possible, everything is potential, but it is not yet articulated or organized. It is a stage of limitless possibilities but also of uncertainty and lack of form.
In this primordial world, the lights and the vessels are in a state of profound interconnectedness and harmony, where light flows freely and is received with total openness and receptivity. There is no separation, no struggle or conflict between the lights and the vessels, only perfect and harmonious union. The lights unfold, and the vessels receive without any obstacle to the expression of divinity.
However, this perfect and harmonious union also implies a limitation in the process of growth and evolution. The intimate combination of lights and vessels in the World of Chaos does not allow the lights to fully develop all their potentialities, as they are contained and restricted by the vessels. There is no space for expansion and diversity since everything is unified in a single point.
This limitation in the expression of divinity is the seed of the conflict and rupture that we will see in the following stages of creation. The perfect symmetry and harmony of the World of Chaos are torn apart in the pursuit of greater individuality and expression, giving rise to the emergence of the World of the Points, the next step in spiritual evolution.
Olam HaBerudim, the Connectors, represents the process of correction and rectification, where the lights and vessels connect and balance in harmonious unity. In this world, the lights and vessels are arranged in a spherical formation, each light connected to its respective vessel but also connected to the others. This orderly arrangement symbolizes the restoration of harmony and unity, through which divinity can flow freely into the vessels and into creation.
The World of the Connectors represents the final phase of the creation process, and its purpose is to restore the lost unity and harmony in the World of the Points. To achieve this, the Sefirot have to be corrected and connected to each other so that the light flows from one Sefirah to another, passing through the vessels and giving rise to a harmonious connection between them.
It is at this stage that the Sefirot can receive the light from their neighbors, those that have a higher degree of light. This results in an improvement in the sense of being and self-realization, leading to true love due to the decrease of personal attributes and the focus on the needs of the other.
The World of the Connectors marks the culmination of spiritual evolution, the point at which unity and diversity are reconciled and balanced in a harmonious dance. It is a phase of rectification and harmonization, where the lights and vessels connect and combine in an orderly and coherent structure, allowing divinity to flow freely and manifest fully in creation.
The process of correction and rectification does not stop in the World of the Connectors. Creation is a constant journey of development and growth, and the harmony achieved in this world is only the beginning of an ongoing journey to higher levels of unity and perfection.
アダム カドモン、原初の人、はカバラの神秘教義において、神の最高かつ神聖な意志と、世界の放出に対する彼の綿密な計画を象徴する魅力的で心を捉える謎だ。この概念の計り知れない深みにおいて、アダム カドモンは単なる人間の姿ではなく、神聖の最初の意識的で意図的な顕現の象徴であり、無限の可能性の大海原から堂々とそびえ立つ。
アダム カドモンの顕現の第一段階は、神の特定の意志と、世界を放出するための綿密な目的の具現化だ。ここでの「世界」とは、創造の広大なタペストリーに展開する現実の領域や段階を指し、それぞれが神の側面の反映であり、神の計画の鮮やかな表現だ。これは創造の初期の概念であり、潜在的な混沌から複雑で完全にバランスの取れた秩序の出現であり、宇宙とその中のすべてのものがなる存在の構造だ。
この神の設計と計画は、私たちが理解する時間の中で起こった出来事ではなく、むしろ永遠の状態であり、神の時間を超越した領域に存在する。これは、あらゆる存在の形と構造を決定する神聖な原型であり、変わらないと同時に動的であり、時間と空間の全体を含みつつも、常に進化し、無限の形と変化で現れ続ける。
アダム カドモンの顕現の第二段階は、アダム カドモンの耳、鼻、口から放出される光に関係する。これらの光は、アダム カドモンから生じる神のエネルギーや放出であり、それぞれ創造のプロセスにおいて独自の意味と特定の役割を持つ。
耳の光は、すべての創造物のニーズや願望に応え、聞き取り、受け入れる神の能力を象徴する。それらは、創造における表現やコミュニケーションのすべての形を吸収し、統合し、応える神聖の受容性を表している。
鼻の光は、神聖の息吹、すべての存在を活気づける生命力を象徴する。それらは、創造を通して流れ、すべてのものに生命と活力を与えるエネルギーだ。
口の光は、現実を形作り、構造化する言葉や音を発する神の能力を象徴する。それらは、存在を浸透する神の振動、物質、エネルギー、時間、空間を形成し、形作る力の言葉だ。
これらの光のそれぞれが現実の顕現において重要な役割を果たし、永遠で絶え間ない創造の踊りの中で欠かせない役割を果たしている。そしてすべては、無限の静寂を破り、創造に形を与える最初の光である原初の人、アダム カドモンから流れ出る。
さらに、アダムカドモンはオゼン、ホテム、ペの光、すなわちアダムカドモンの目、耳、鼻、口、そして額から放たれる5つの異なる光の源でもある。これらの光は、神が世界に現れ表現されるさまざまな方法を表している。各光は、神聖な認識と理解の独自の形を象徴し、世界における神の啓示への道を提供する。
この時点で、創造は静的ではなく動的なプロセスであることを理解することが重要だ。それは単一の行為ではなく、時間をかけて展開する一連の出来事と変容だ。創造の過程におけるこの変化は、アダムカドモンから放たれる光の相互作用によって生まれる光と器の3つの世界の出現に反映されている。
アクディム、ネクディム、そしてベルディムは、アダムカドモンから流れる光のエネルギーによって生じる3つの世界または存在の状態である。これらの世界は、光と器で構成され、10のセフィロトまたは神聖な属性の発展におけるさまざまな段階を表している。各世界は、創造の進化における段階を反映し、初めは統一、次に多様性、そして最終的に相互接続と調和に至る。
各段階は、創造の過程と神がどのように世界に現れるかについての独自の洞察を提供している。アクディムの完全な統一からネクディムの多様性、そしてベルディムの尊重に基づいた結びつきに至るまで、このサイクルは人間が統一と多様性、全体性と個性をバランスさせ、存在の目的を見つけ出すためのメタファーでもある。
オラム・ハアクディム、すなわち「統一の世界」は、神性の代表者である光と、そうした神性を取り込む私たちの能力である器との間の絶対的な結束の状態を象徴している。しかし、この完全な調和は多様性や独自性に欠けている。
これらの世界の最初のものであるアクディムは、「環の世界」として知られ、10の光が単一の器に収束する領域だ。この世界は、混沌の中での安定感を表し、まるで創造のすべての可能性が単一点に凝縮され、解放される準備ができているかのようだ。
オラム・ハアクディム、すなわちカバラにおける霊的進化の最初の段階は、根源からの神聖な息吹によって「統一の世界」の創造である。十のセフィロトまたは光を含む単一の器が生じ、完璧な調和が作り出される。この段階は、感情や認知の多様性がありながらも、表現力が制限されている幼少期に似ている。
オラム・ハアクディムの光は独特のダイナミクスを示し、器に到達し、そして到達せずに絶えず循環する。これは、人間が内面と外面をバランスさせるための葛藤に似ている。同様に、人々は自己の真実を伝えるための最も純粋な方法を、コミュニケーションスキルの限界内で模索する。
ここで、神の10の顕現または性質である10のセフィロトが単一の器、すなわち神性の容器に融合し、それぞれの個々の存在が認識できなくなる。10の個別の存在ではなく、一つの存在として結びつき、個性を超えた特異性を生み出す。
この世界は、神聖さの象徴としての「シェムAB」に対応している。この「シェムAB」は、ヨディムを用いて綴られたハヴァヤの名の拡張形であり、セフィラ・ホクマーに関連している。このセフィラは、宇宙構造の基礎となる柱の一つであり、問いの力である「コアフマハ」、つまり絶対的な無に基づいた力を表している。したがって、アクディムの器におけるセフィロトの配置は、この完全な無の状態を反映し、すべてが一つの器に結ばれている。
これは魂に含まれるさまざまな力について語っている。他の文脈では互いに矛盾しているように見えるかもしれない力も、魂の中に収められると、矛盾せず調和して共存する。この矛盾の和解は、すべての力を単一の調和した全体に結びつける魂の啓示の本質と力によるものだ。
この統一と無の概念にもかかわらず、それは単純または一面的な統一を表しているわけではない。10のセフィロトは統一され、個々のアイデンティティが消えたように見えるが、それでもそれぞれの独自性を保持している。10のセフィロト、すなわち10のエネルギーや神聖な力は、その統一の中に存在する。一見すると矛盾しているようだが、これは「環の世界」の複雑さと深さ、そして最終的には神性の理解し難い謎を表している。
「統一の世界」は、それぞれの光の特異性にもかかわらず、調和した共存と統一を強調している。この原則は、個々の違いがあっても、私たちが大きな全体の一部であり、人間の集合体として自分の特異性を統合することを反映している。それは、個性と統一の複雑な美しさの中で、私たちの本質的な一体性の記憶だ。
「オラム・ハネクディム」、すなわち「ポイントの世界」は、光と器を個別の存在として分けることで多様性と独自性を導入するが、同時に対立と不和ももたらす。ここでは、10の輝かしい光が10の別々の器の中に隔離され、混沌とした領域の中で不安定な環境を生み出している。この世界では、各光、神性の各側面が個別に現れ、多様な神の表現が生まれる。
ここで、アダムカドモンの光は、10の光を収める運命にある10の個別の未成熟な器、つまり点として形成される。人間の成長過程に例えれば、これは発展途上の若者に似ている。
アクディムのように光が自由に流れるのではなく、ネクディムでは光が未熟な器に押し込められ、心理的崩壊に匹敵する破裂を引き起こす。この霊的な破裂は死に似ており、光は源へと戻り、壊れた器は現実の下層に落ちる。しかし、器には生命の火花が残り、未来の復活を示唆している。
ネクディムは「オラム・ハトフ」、すなわち「混沌の世界」とも呼ばれ、安定した混沌であるアクディムとは対照的だ。ネクディムの光は、神の使者である運命にあるイスラエルの魂の根源となる。器の破壊は、これらの使者が神を唯一の支配者として認識することに失敗したことを象徴している。
オラム・ハトフ、「混沌の世界」は豊かな意味を持つ概念で、存在の根源的な段階を連想させる。それは、まだ秩序立った構造が形成される前の時点、宇宙の強力な力がまとまっていない状態だ。それは未だに実現されていない可能性の海、無制限のエネルギーの時代である。